(En recuerdo de 8 años de
recuerdos)
La mirada perdida,
ausente, intentando entender adónde se había ido la sonrisa de hacía unos pocos
minutos, antes de que descubrieran que la muerte forma parte de la vida, tierno
gozar de la vida que trocó en juguete la muerte, pájaro cruel que les arrancó
un dulce sueño.
Sentadas al abrigo del
frio asfalto que les arrebató la sonrisa, el hondo silencio les deja escuchar
el murmullo incesante de imágenes sin sentido
que crecen en su interior,
luchando corazón y cabeza contra una realidad que les llena los ojos de llanto.
Nunca el mañana será igual al ayer.
El mañana enseña al alma fantasías y, aunque el deseo de
desandar el camino en muchos momentos aplaste, el mundo de la gloria para Ellas y el
mundo de la esperanza para las otras empuja hacia delante, mientras el tiempo
envuelve el pasado en una suave neblina que da un respiro al alma, haciendo
posible que el mañana tenga algún espacio dorado.
Pues,
si las alegrías pasan como sueños alados,
la tristeza no es más que una herida, un gemido, que el tiempo, deslizándose
con paso dulce, adormece.
Las
que se fueron pero siempre estarán, las que están pero se fueron, las que están
y nunca se irán, todas unidas por un lazo invisible que el olvido no podrá
deshacer pues ya para siempre en nosotros estará su sombra, y no habrá desprecio, reproche, ni rencor que pudra el alma.
Se fueron con una
sonrisa y el recuerdo de ella nos tiene que dar fuerza para seguir sin ellas
porque nuestra tristeza egoísta no puede borrarla de su recuerdo.
Ana Bouza Betriu
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